Fue Gonzalo Arango quien en 1967 resucitó este libro, casi muerto desde 1930 cuando el monseñor Manuel Caycedo decretó en Medellín que la lectura de Viaje a pie era un pecado mortal. Pero su autor, Fernando González, un raro, cínico y genial, un joven ya muy viejo que nació en Envigado en 1895, que se graduó de abogado en Medellín, era todo un filósofo y los líos con la Iglesia poco o nada lo desvelaban. Lo alegraba sí que los 20 ejemplares que publicó la editorial Le Livre Libre, en París, hubieran hecho sus estragos no bien llegaron al país en diciembre de 1929.

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