“Hedi es Túnez, tal cual”, escribió el crítico español Sergi Sánchez en una reseña publicada en Fotogramas. Y otros más han escrito, en un consenso que no puede ser sino sospechoso, que Hedi, la película, es una metáfora sobre la Primavera Árabe que removió hace pocos años las estructuras autoritarias de los países de ese lado del mundo, así fuera para dar vía libre a nuevos e inciertos poderes. Este furor interpretativo carga al entrañable protagonista de la ópera prima del tunecino Mohamed Ben Attia con el peso de ser algo más que su destino individual, se le convierte en un país y una fuerza de la historia. Lo cual sería solo un exceso o una ligereza, si no fuera por la frecuencia con que los cines periféricos entran al centro o al mainstream siguiendo un movimiento de absorción: la parte –en este caso un personaje, pero puede ser también un problema o determinado territorio– se toma por el todo. Estos cines, incluido el colombiano, se ven así forzados a servir de explicación sobre fenómenos generales de sus países de origen.

Crítica de cine
Una íntima revolución
"El desamparo que exuda en cada gesto Majd Mastoura, el actor principal de 'Hedi', es una comprobación renovada de la potencia del cine para crear vínculos entre espectadores y personajes, cuando algo en estos últimos se nos revela cargado de verdad e intensidad humana".
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