En esta fotografía el personaje importante no es el papa Francisco, que ora de espaldas al fotógrafo, sino la pequeña escultura de un cuerpo mutilado que cuelga encima de él, clavada a la pared. Es el Cristo de la iglesia del pueblo chocoano de Bojayá, volada hace quince años con trescientas personas dentro por un cilindro bomba de las Farc en el curso de un combate con los paramilitares de las AUC. O, más exactamente, lo que quedó de él entre las ruinas de la explosión y el incendio: un flaco torso ennegrecido de pólvora, sin brazos ni piernas, como lo dejó la violencia.

Mil palabras por una imagen
Imagen sagrada
El papa Francisco bendijo el Cristo de Bojayá. Pero no es por esa bendición pontificia que este crucifijo es una imagen sagrada. Sino por su historia. O, mejor, por la historia que presenció.
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